
El Diccionario de la Real Academia Española define ‘kamikaze’ como una persona que se juega la vida realizando una acción temeraria. Pero también lo tilda de piloto suicida, e incluso de terrorista. Son duros estos términos pero, ¿qué otro nombre podríamos atribuirle a alguien que deliberadamente atenta contra la vida de los demás arriesgando, con ello, la suya propia también?
Los kamikazes son actualmente uno de los peligros más graves que encontramos en las carreteras y que provocan accidentes con víctimas mortales. Esquivar vehículos que circulan en sentido contrario y a gran velocidad es una trampa para muchos conductores a lo largo del año. Algunos de los kamikazes actúan bajo los efectos del alcohol y otros simplemente lo hacen por «error», según declaran, pero independientemente de los motivos el resultado termina siendo el mismo.
Hace apenas una semana saltaba a los medios de comunicación la noticia de un accidente donde murieron tres personas, una pareja que circulaba en un coche y un kamizake que chocó frontalmente contra ellos, también fallecido en el impacto.
Por desgracia, no se trata de la única noticia de actualidad sobre este tema que hay ahora en los medios. Recientemente se ha publicado la sentencia que condena al conductor de un camión a doce años de prisión por haber acabado con la vida de una mujer en 2015 cuando conducía ebrio.
Por todo ello, la plataforma change.org está recogiendo firmas para poner fin a las acciones suicidas que le cuestan la vida a decenas de inocentes cada año. La solución que piden en la plataforma de firmas es conseguir que se instale un sistema de alertas por sirena que avise a los conductores y, en última instancia, un mecanismo de barreras que se activen solas para frenar al vehículo que circule en dirección contraria.
Es la única solución que ven los técnicos de carretera cuando parece que las señales de prohibido –incluidas las fluorescentes– han dejado de tener efecto.