En los desfiles de la victoria que se hacen tras las guerras el pueblo aplaude y felicita a los soldados que han luchado por su patria. Hace pocos meses, a finales de agosto de 2019, en la playa de las Canteras en Gran Canaria se aplaudía a los forestales y militares que habían contribuido a apagar los numerosos incendios que asolaron la isla. En estos días aplaudimos cada noche a nuestros sanitarios y fuerzas del orden, quienes en estos momentos son nuestros auténticos héroes.
Un héroe según la RAE es una persona que se distingue por haber realizado una hazaña extraordinaria, especialmente si requiere mucho valor, y por supuesto debe ser aplaudido y reconocido.
¿Podríamos decir que aplaudimos a personas que resuelven los problemas que han causado otras personas?
Dos países que entran en guerra pueden hacerlo por la negligencia de sus gobernantes, un bosque arde en verano porque nadie se ha preocupado de mantenerlo en otoño o invierno, que hoy nuestros sanitarios estén desbordados es sin lugar a dudas porque no les hemos prestado la más mínima atención en décadas.
Me gustaría poder congelar los aplausos y descongelarlos en unos meses cuando estemos quejándonos en el ambulatorio porque el médico tarda mucho en atendernos, cuando veamos impasibles por la tele como los sanitarios piden más medios o cuando por ejemplo algún guardia forestal diga en pleno mes de enero que hay que trabajar para cuidar el monte.
En esos momentos nuestros héroes seguramente volverán a ser los habituales, héroes que quizá no respondan exactamente a lo que dice la RAE.
Hoy se habla de que quizá gracias al COVID19 aprendamos cosas y reorganicemos en cierto modo nuestra escala de valores. Siento ser pesimista, pero creo que mientras no cambiemos nuestra mentalidad cortoplacista y hasta hedonista lo tenemos difícil, muy difícil.
Nuestros gobernantes, de uno u otro partido buscan dar soluciones al pueblo, complacerle de la mejor forma posible y siempre de la forma que el pueblo, o a los que más se hacen oír, manifiestan querer: cuanto antes, mejor. En estos días en que nos rasgamos las vestiduras por la “insolidaridad de algunos países europeos” deberíamos reflexionar si es justo que ahora les exijamos parte del pastel que ellos han ido guardando y no disfrutaron en su momento. Lo siento –de nuevo, se puede ser hijo pródigo una vez, pero no de forma recurrente.
Los incendios se apagan en invierno, las guerras se evitan con diálogo,… ¿y los virus? Pues quizá los virus como las plagas puedan ser también fruto de la desaparición de la biodiversidad, y si es así, por tercera vez lo siento…. La biodiversidad nos la estamos cargando y realmente no se que tiene que pasar para que nos demos cuenta.
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